GARCÍA LORCA: SALUTACIÓN ELEGÍACA A ROSALÍA DE CASTRO (29-III-1919)


“A mi llegada a Galicia, ellas [las «fuerzas formidables» de Compostela y el paisaje] se apoderaron de mí en forma tal que también me sentí poeta de la alta hierba, de la lluvia alta y pausada. Me sentí poeta gallego, y una imperiosa necesidad de hacer versos, su cantar me obligó a estudiar a Galicia y dialecto o idioma, que para lo maravilloso, es igual”.
                                                 Federico García Lorca, declaraciones en Buenos Aires, octubre 1933.

" Llevo a Galicia en el corazón porque en ella he vivido y soñado mucho", dijo el poeta.



   Este poema es una salutación a su hermana en la tristeza, la poetisa de Padrón, en el que evoca esa presencia de desafiante hondura que lo acompañaría el resto de su vida. En esta obra se aprecia la admiración del granadino por la autora gallega, la melancolía que los unía, los motivos de relación entre Granada y Galicia y el apoyo del autor a la lucha para la protección de los más débiles, gitanos o gallegos.


Desde las entrañas de la Andalucía,
mojados con sangre de mi corazón, 
te mando a Galicia, dulce Rosalía,
claveles atados con rayos de sol.

Caigan los claveles en tu calavera
manchando su blanco marfil de pasión,
y hagan el efecto de una cabellera
con trenzas de sangre nevada de olor.

Llevan el rocío de mi madrugada
pondrán en tu cráneo vacío mi amor,
y en tus huesos tristes, rumor de Granada
llenando de estrellas la noche cerrada
que como ceniza de sombra quemada
cubre la cobacha de tu panteón.

El clavel es alma de esta tierra fuerte
cubierta de olivos, palmeras y al son
que el Mediterráneo sobre el campo vierte,
el clavel asoma rojo entre el verdor
cual copa imposible que beba la muerte,
levantando el alma latina hacia Dios.

Ya ves Rosalía que mando a tus mares
lo que en este campo es estrella flor.
Mándame tú en cambio rumor de pinares
ruido de rebaño que vuelve a sus lares,
y el panal meloso de gaita y cantares
que se oye en tus campos al primer albor. 

Quiero que consueles mi vida exaltada
a tiempo mi alma perdió su pastor.
Quiero que me cuentes tu vieja tonada
a la orilla tibia del hogar sentada
por toda la gente sin pan que sufrió.

Quiero que lloremos la melancolía
que sobre nosotros el cielo dejó,
pues vamos cargados con cruz de poesía
y nadie que lleva esta cruz descansó.

Junto a los cipreses que rompen el cielo
saludo a los sauces que tiene Padrón.
Quiero que con estos claveles sangrientos
llegue a tu sepulcro mi llanto y mi voz. 

Federico García Lorca (29-III-1919)
   De los escritores gallegos, Lorca sentía especial admiración por Rosalía de Castro, afirmada, posiblemente, por las recomendaciones de J. R. Jiménez, lector rosaliano, autor que deja en él influencias en sus primeros poemas (Libro de poemas, 1921).
   Afirma Luis García Montero: "García Lorca hace una salutación elegíaca a Rosalía de Castro en un poema de juventud, redactado el 29 de marzo de 1919. Aquí ya no está Castilla de por medio. Desde las entrañas de Andalucía a las entrañas de Galicia, y habla de tristeza, de sinceridad, pero también de dolor social, de infancia huérfana, de solidaridad con la emigración. Yo creo que es un joven García Lorca lleno de sabiduría y de comprensión de lo que había significado Rosalía para la poesía española y también para su propia formación en las compasiones románticas: La tristeza íntima se identifica con la tristeza al maltrato de una tierra y por eso escribe desde las entrañas de Andalucía a las entrañas de Galicia."
 
 Cuando vuelve a Santiago en mayo de 1932, en El Eco de Santiago se afirma que, el día 11, Federico depositó un ramo de flores en la tumba de Rosalía de Castro, acompañado por miembros del Comité de Cooperación Intelectual de Santiago. Carlos Martínez-Barbeito afirma, en cambio, que solo lo acompañó él, en la mañana del 11 de mayo. Federico manifestó su deseo de homenajear a Rosalía y ambos fueron a la Alameda de Santiago, donde un jardinero municipal les preparó un ramo de flores, que ofrecieron a la poeta. Queda constancia en los periódicos de la época y en los testimonios de sus amigos la promesa del poeta granadino de volver a Santiago el 25 de julio, Día de la Patria Gallega, para un homenaje universal a Rosalía de Castro, en el que participarían también Azorín, Ortega y Gasset, Unamuno, Díez-Canedo, pero sin «diputados ni políticos de relumbrón». No se llegó a celebrar.